Las historias alrededor del nacimiento del café son diversas, pero todas giran, como si de un derviche se tratara, en torno al mundo árabe. Echamos la mirada hacia la Arabia Feliz para conocer un poco más…
La leyenda del origen del café no es una sola. Y aunque aquí nos hemos ocupado de recomendar algún libro, o historia determinada que nos ilumine un poco sobre la cultura del café, sería interesante marchar muy atrás en el tiempo para conocer cuáles son los mitos fundacionales de esta bebida, tan valorada durante siglos y siglos. De ahí que vayamos hasta Yemen, un país de triste actualidad debido la guerra que se lleva librando allí desde hace siete años (estos días se mantiene en tregua, iniciando un camino hacia la ansiada paz).
Hablamos de un vetusto país -su existencia data del siglo II a. C.- que posee auténticas maravillas como la Ciudad vieja amurrallada de Shibam, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1982. Denominada la Manhattan del desierto, y levantada en el siglo XVI, ha sido escenario de cine: en sus rascacielos de adobe rodó Pier Paolo Pasolini “Las mil y una noches” (1974).
Pero es que Yemen es, además, un territorio ligado a la historia del café. Fue allí donde se cultivaba en en el siglo VI, diez siglos antes de que se levantara Shibam. La evidencia creíble más longeva relacionada con el café, sin embargo, data del siglo XV, y nos conduce hacia los monasterios sufíes yemeníes. Una vez que se empezaron a tostar y moler, fueron expandidos, desde la Arabia Feliz -que es como se conoce Yemen-, hasta Oriente Medio, Persia, Turquía y el norte de África.
No obstante, es necesario precisar que los primeros utensilios relacionados con el café datan de mediados del siglo XIV y fueron encontrados en Egipto y Turquía. Otra de las teorías que existen sitúan el descubrimiento de la planta silvestre en Etiopía, desde donde pasaría a cultivarse en Yemen. Está claro que, pese a la disparidad de teorías y hallazgos, parece que el grano yemení posee gran importancia en esta historia. Una historia, por descontado, de raíz árabe.
“El origen del café está a todas luces vinculado al mundo árabe, y se cree que los primeros lugares de venta y degustación se abrieron en La Meca a principios del siglo XV. La universalización del café seguiría a través de Persia, luego El Cairo, después Estambul, para llegar a Europa por Venecia, Viena, y también Marsella”, escribe Moncho Núñez Centella en “Un científico en la cocina” (2022).
Otra historia que nos lleva de nuevo a Yemen es la del pastor Kaldi, que vio cómo sus cabras se volvían inquietas y danzaban después de comer unos frutos rojos. No solo se le ocurrió probarlos, sino que acabó bailando, como las cabras. Al contarlo en el pueblo, el imán de la mezquita se interesó, hizo unas infusiones con las bayas rojas y comprobó que era capaz de mantenerse despierto y espabilado toda la noche, sin dormir. Pensó que sería buena idea para mantener a sus discípulos en estado de vigilia durante los oficios nocturnos. En otra versión, el pastor era etíope. Sea como fuere, la ligazón del café y sus orígenes es arábica. Sin discusión.