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Lo primero que destacaremos del té blanco (白茶, en mandarín: pronúnciese Báichá) es que se trata de un té mínimamente procesado, puesto que viene de las yemas (llamadas golden-tips, cubiertas por un vello blanco) y hojas bebé procedentes de la Camellia sinensis, la planta del té. Su color amarillo pálido es característico, así como su ligereza, lo que le distingue de otros tés, como la variedad negra a la que dedicamos una entrada en esta sección (“Té negro: ese pequeño gran desconocido”).
Es en Fujian, una de las 22 provincias que hay en China, donde se fabrica el 90 % del té blanco en el mundo. El hecho de que se siga un método artesanal encarece su precio. Quizá sea el motivo por el que se le ha venerado tanto desde siempre, llegando a considerarse “té de la realeza”. Occidente, sin embargo, se tomó su tiempo para conocerle, en los años noventa del siglo XX. Antes de ayer, prácticamente.
Reconfortante, refrescante… del té blanco se sabe que se producía, ya, en tiempos de la Dinastía Tang (entre los siglos VII-X). Y que se recogía al principio de la primavera, con los nuevos brotes. Esto no ha cambiado. Lo que sí ha cambiado, o evolucionado más bien, es el conocimiento del que disponemos acerca de la planta: dos tazas de té blanco al día suponen una protección antimicrobios altamente recomendable. ¡Esto se ha estudiado!
Té blanco: propiedades
En “El gran libro del té” (RBA, 2019), Carme Escales y Dolors Masot explican que la familia del té blanco es tan delicada como antigua, dado que su origen se hunde en la noche de los tiempos, como suele decirse (año 770 a. C.). Paradójicamente, es una variedad más desconocida, si la comparamos con la del té verde, por ejemplo. Y eso que tiene buena prensa: combate el estrés y es diurético.
Una de las grandes ventajas de los tés blancos es el hecho de que contienen un nivel de teína menor (1 mg por taza), de manera que se puede tomar a cualquier hora. Las personas excitables o con problemas de sueño lo agradecerán. Se ha estudiado su potencial para prevenir diabetes, enfermedades cardíacas e incluso cáncer.
Su nivel de polifenoles, indican Escales y Masot, es alto, por lo que que su capacidad antioxidante lo es igualmente -fortalece, pues, el sistema inmunitario, según la comunidad médica-. Es típica su aromatización con jazmines, puesto que como infusión es verdaderamente suave, con poco cuerpo.
Será un té “inmaduro”, pero tiene muchísimo que aportar(nos). ¿Una taza?