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¿Puede el arte del café enseñarnos un poco sobre nosotros mismos? Según Judi James y James Moore, sí. Hace 13 años realizaron una sarcástica descripción de los individuos en función de sus preferencias cafeteras.
Que nuestros hábitos hablaban de nosotros mismos fue la idea central que inspiró a Judi James y el periodista James Moore para co-escribir “The You Code” (Vermilion, 2010), algo así como “el código que habla de ti”. Proyectar una personalidad determinada a través de la comida o de determinada costumbre a la vista de los demás era la premisa de estos autores, que prestaron atención al café. ¿Cómo podíamos llegar a ser en función de nuestras preferencias cafeteras?
James y Moore elucubraron acerca de esto. Quizá no sea exactamente uno de esos libros para amantes del café, pero sí para gente curiosa que quiere conocerse un poco más a sí misma, o reírse un poco sin tomar demasiado esto en serio. En el tema cafetero se realizan una serie de precisiones… quizá la expresión “metrosexual” esté en desuso, cierto. Por supuesto se refieren, entendemos, a bebedores y bebedoras:
- El bebedor de espresso (the espresso drinker). Estos autores describen el espresso como “el cigarrillo sin filtro del mundo cafetero”. Y a sus adoradores los tildan de gente malhumorada, dura, eso sí, muy trabajadora y ambiciosa. De propina les atribuyen la cualidad de buenos amantes (!!!), pero poco leales (¡vaya!).
- El bebedor de café negro (the black coffee drinker). Lujos los mínimos, cierto ascetismo -aquí denominado minimalismo, que es más arty-, define a estas personas, en opinión de James y Moore. Tranquilas, con arrebatos de extroversión (suponemos que si al café se le añade algo de alcohol, pero esto es un suponer…). Puede ser un amigo “difícil” pero “gratificante”. Bueno, no está mal.
- El bebedor de latte (the latte drinker). Aquí es donde aparece la palabra “metrosexual” que, a estas alturas de siglo, ha quedado bastante obsoleta (tampoco es que fuese muy claro su significado en su momento). Es posible una pequeña ida de olla puntual por parte de quienes plantearon esto, dado que decir que quien bebe latte “colecciona peluches”, ejem, es mucho decir. Se trata, dicen, de personas “inmaduras”, que “adoran ser adoradas”. I wanna be adored, decían The Stone Roses. Algo así.
- El bebedor de cappuccino (the cappuccino drinker). Extrovertido, optimista, materialista -pero no mucho, que dirían en First Dates-, vive en una especie de burbuja y haría las delicias de Freud a nivel psicoanalítico. El sexo vuelve a aparecer por aquí, dado que consideran a los amantes de cappuccino personas erotómanas (“dale alegría a tu cuerpo Macarena…”).
- El bebedor de café instantáneo (the instant coffee drinker). Profundamente despreocupado, aunque parezca una paradoja. Vivir sin complicaciones sería su consigna. También vestir calcetines bajo las sábanas, y mantener sus pensamientos a buen recaudo. Gente prudente.
Desgranan algunas tipologías más -como el bebedor de descafeinado con leche de soja, o el de frappuccino-, pero cerraremos este repaso con los no bebedores de café. En este caso, no hay piedad. Quien está cansado del café está cansado de la vida, reprochan. Está claro que los autores de este libro son muy muy cafeteros.