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Una buena excusa para desayunar tarde, pero bien, puede servir para pegarse un espectacular brunch. Un mix entre desayuno y almuerzo donde el café no puede faltar… por descontado.
Podrá parecernos un concepto novísimo, que desde hace unos años forma parte de la oferta hostelera más hip -es decir, a la moda-, y que de alguna manera supone una variante del desayuno y del aperitivo como tal. Pero… en 1941, la escritora de novela negra estadounidense Patricia Highsmith, hablaba ya del brunch como una actividad más dentro de su agitada vida social. Lo cuenta en sus “Diarios y cuadernos, 1941-1995” (Anagrama, 2022), recientemente publicados en castellano.
Aunque fue antes, en la década de los años treinta del siglo XX, cuando realmente la costumbre se hizo popular en EE.UU., gracias sobre todo a las estrellas hollywoodenses… en especial, aquellas que acostumbraban trasnochar. Y es que el brunch bien puede ser la consecuencia de una noche de fiesta.
Según Food and Travel, en su edición mexicana, el brunch sería la unión entre breakfast (desayuno, en inglés) y lunch (almuerzo en el mismo idioma), y dataría desde nada menos que de 1895. Su origen estaría en la ociosa alta sociedad británica que, tras una extenuante sesión de caza, necesitaba algo “fuertecito” para reponerse. Era una especie de bufé.
“El brunch… es alegre, sociable e incitador”, escribió el periodista Guy Beringer en su famoso artículo -fundacional del concepto- publicado por Huntler’s Weekly. Este tipo de comida, relajada, invitaba a la conversación y al buen humor, en opinión del articulista.
¿En qué consiste realmente el brunch?
El brunch se hace entre las 11 de la mañana y la una o las tres de la tarde, es decir, que se trataría de una especie de desayuno tardío que hace las veces de almuerzo, en realidad. De ahí que en esta comida, además de bebidas como el café -o los cócteles, para gente que quiera seguir el ritmo de la noche anterior-, haya viandas abundantes: mucho pan untado, frutas, ensaladas, quesos, embutidos y carnes asadas o al horno. Ligerito, vaya.
Se ven también en el brunch zumos y jugos, así como pasteles y bollería de variada especie, o canapés y patés. Si se es purista y se quiere homenajear la modalidad neoyorquina por antonomasia, con unos buenos huevos benedictinos es posible acercarse bastante al brunch de Highsmith y sus amigas.
Aunque Beringer llegó a decir que la cerveza y el whisky podían ser sustitutos del té y del café, nosotros nos quedaremos con la versión más sobria posible. Un buen café Mokasol es suficiente para ese fantástico domingo con todo el día por delante, con la perspectiva de no tener nada que hacer. Es evidente que, a estas alturas, entre las tendencias de café en el mundo, hay que hacerle un buen hueco a ese brunch café.